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Mtro. Alejandro Silva Antúnez

Psicólogo y Psicoanalista

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lunes, 13 de agosto de 2012

La Identidad: Reflexiones sobre su formación. Parte 1


¿Qué es y cómo se forma la identidad?

Pablo Picasso
El concepto de identidad puede abordarse desde varios puntos de vista como el social, el psicológico, el filosófico o el metafísico. En este caso, el énfasis se hará desde un punto de vista psicológico con una orientación psicoanalítica, para iniciar, una definición amplia de identidad: es la experiencia subjetiva de continuidad interna en el cambio.

Erik Erickson usó el término “identidad del yo” para referirse a la igualdad persistente con uno mismo  (igualdad del sí mismo), y como un compartir constantemente algún tipo de carácter esencial con otros. Este autor señaló que la formación de la identidad es un proceso que se desarrolla durante toda la vida, es decir evoluciona junto con nosotros. Aun así, las raíces de la formación de nuestra identidad se remontan a la más temprana infancia, cuando el bebé aprende a diferenciarse de su mamá y el mundo que le rodea, y se consolida durante el periodo de la adolescencia.

La adolescencia implica muchos cambios prácticamente a todos niveles, fisiológicos, emocionales, sociales, etc. En cuanto a la identidad, el adolescente intenta integrar lo que sabía de sí mismo y de su mundo como niño, en un continuo de conocimientos pasados, experiencias presentes y metas futuras. De tener éxito en la consolidación de su identidad, logra elaborar un sentido cohesivo de sensación personal que le permite orientarse en la vida; el fracaso en esta tarea da lugar a una interpretación caótica y confusa de su personalidad y de su entorno.

Otra psicoanalista, Phyllis Greenacre, señaló que el sentido de identidad siempre implica algún tipo de relación con otros, puesto que incluye la comparación y el contraste con los demás, es decir, conocer y asimilar las diferencias y similitudes con aquellos que nos rodean. También hizo énfasis en los aspectos corporales de la identidad; planteó un continuo de desarrollo de la identidad a partir de 1) la imagen corporal que el niño adquiere, 2) la imagen de sí mismo que ya incluye atributos como sexo, género, expectativas, y termina en 3) el desarrollo de la identidad.

Donald Winnicott, un importante psicoanalista de niños nacido en Inglaterra, destacó la importancia de la autenticidad como factor integral de la identidad. Él estudió la conducta y desenlace de bebés en interacción con sus madres y descubrió que un factor fundamental para el buen desarrollo de la identidad, es la capacidad de la madre (o quien funge como tal) para interpretar adecuadamente las necesidades y expresiones del bebé.

Básicamente Winnicott refiere que las expresiones como gestos, llanto, movimientos, jadeos, balbuceos, etc., del bebé, son expresiones naturales y por ello son manifestaciones auténticas del infante. Si la madre logra ser empática con estas expresiones, es decir descifrar la intención de ellas y proveer al bebé del apoyo necesario para satisfacerlo adecuadamente, el bebé poco a poco desarrolla confianza tanto en sus deseos de expresión, como en el medio en que se desarrolla, a final de cuentas la madre facilita que el bebé conecte lo que siente en su cuerpo como impulso auténtico, y lo que piensa o siente en su mente, facilitando el camino para una integración del si mismo, tanto corporalmente, como psicológicamente.

Si en cambio, la madre interpreta las necesidades del bebé basándose en sus propios miedos, expectativas o necesidades, el bebé pierde la oportunidad de enlazar sus expresiones auténticas, con sus deseos propios, y en cambio se “somete” a los de la madre. 

Por ejemplo, una madre que se angustia por el llanto de su bebé y siempre le da un chupón o pecho para calmarlo, limita de esa forma la libre expresión de los deseos del niño, quien siempre recibe alimento ante toda expresión de disgusto. De esta forma el bebé no logra comprender y conectar lo que le sucede internamente, pues no tiene la madurez, ni el sostén externo para lograrlo; así se genera en el bebé lo que Winnicott llamó un “falso sí mismo”, que implica una incapacidad para observarse a sí mismo y reconocer y/o distinguir entre sus necesidades, afectos y deseos de aquellos de los demás.


Bibliografía.

Salman Akhtar, M.D. “Identidad y Difusión de la Identidad” en GRADIVA, Revista de la Sociedad Psicoanalítica de México, Número 2, Volumen IV.

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