Uno de los casos clínicos más famosos de Freud es el del Hombre de las Ratas. Acerca de él se han publicado numerosos artículos, libros, ensayos, etc. El caso trata sobre un caso "de moderada gravedad", según Freud, de una neurosis obsesiva.
Mucho se ha especulado acerca de si el Hombre de las Ratas no sufría en realidad de una paranoia, ya fuese francamente psicótica, o cuando menos un trastorno paranoide de la personalidad. Sin duda los síntomas e historia de este caso resultan "floridos", y se ha convertido en una piedra angular en el estudio psicoanalítico de los síntomas obsesivos.
A continuación un resumen de la historia clínica del Hombre de las Ratas tomando como base el ensayo de Freud:
(Para consultar la explicación psicoanalítica del caso de Ernst Lanzer, el famosos "Hombre de las Ratas" se puede consultar el artículo publicado también en este blog en el siguiente link: http://psicalejandrosilva.blogspot.mx/2013/06/el-hombre-de-las-ratas-segunda-parte.html )
FICHA DE IDENTIFICACIÓN
Nombre: Ernest Lanzer
Edad: 29 años
Lugar de nacimiento y residencia:
Viena
Religión: Practicante.
Escolaridad: Licenciado en
Derecho
Nivel Socioeconómico: Alto
Fuente de Referencia: Llega a
tratamiento tras haber hojeado el libro de “Psicopatología
de la vida cotidiana” y hallar en él el esclare cimiento de unos raros
enlaces de palabras que le hicieron acordarse de sus propios trabajos de
pensamiento, esto lo resolvió a confiarse de Freud.
Inicio de tratamiento: Inicia
tratamiento el 1° de octubre de 1907, concluyendo 9 meses después en julio de
1908.
Tratamientos anteriores: El único
provechoso fue un tratamiento de aguas en un instituto, pero dice que sirvió
por haber establecido un vínculo con una mujer con quien tenía relaciones
sexuales.
Motivo de Consulta.
Padece de representaciones
obsesivas desde la infancia, pero con particular intensidad desde hace 4 años.
El contenido de sus representaciones obsesivas incluyen temores de que les
suceda algo a su padre y/o a una dama a
quien admira, dice amar mucho a ambos. Además dice sentir impulsos obsesivos
como a cortarse el cuello con una navaja de afeitar, y a producir prohibiciones
referidas aún a cosas indiferentes. La lucha contra estas ideas le ha hecho
perder años de su vida. La enfermedad se ha acrecentado desde la muerte de su
padre.
Padecimiento actual.
En agosto del año en que comenzó el
tratamiento, Ernest realizaba maniobras militares, durante algún periodo sus ideas
obsesivas que lo habían martirizado y dejado en un estado miserable, según sus
propias palabras, habían cedido. Un día tras una marcha desde X, el paciente
perdió sus quevedos, para no detenerse a buscarlos decidió renunciar a ellos y
en cambio telegrafiar a su óptico en Viena para que a vuelta de correo le
enviara unos nuevos.
Durante una pausa en la marcha
desde X donde había perdido los anteojos se vio involucrado en una charla con
dos oficiales, uno de los cuales que era de origen checo, le parecía
particularmente afecto a la crueldad, causando mucha angustia en Ernest. En esa
plática el capitán antes referido contó haber leído sobre un modo de tortura,
especialmente terrorífico a juicio del paciente, que consistía en atar al
condenado, luego sobre su trasero es puesto un tarro dado vuelta, en este luego
se hacen entrar ratas que penetraban en el ano.
En el momento de escuchar el
relato del capitán, Ernest fue sacudido por la representación de que eso
sucedería a una persona que le fuera querida, en particular son su dama y el
padre quienes sufrirían la tortura (a pesar de que el padre ya había
fallecido). El paciente se revuelve contra esa idea y declara lo ajena que le
resulta, la tortura sería sufrida de forma indirecta, es decir no era él quien
se veía haciéndolo.
A la tarde siguiente, el mismo
capitán le dio un paquete que había llegado con el correo que contenía sus
quevedos y le dijo que el teniente primero A. había pagado el reembolso por él,
así que era a quien debía devolver el importe. Al momento se le presentó la
siguiente sanción: no devolver el dinero, de lo contrario sucedería la tortura
a la dama y al padre. Enseguida dicha sanción se transformó en un juramento que
decía “Tú debes devolver al teniente primero A. las 3.8 coronas”.
Surgieron las mayores
dificultades, aparentemente objetivas, para devolver la suma de dinero. Primero
intentó devolverlo a través de otro oficial que iba a la oficina de correos,
pero este no encontró en su visita al teniente primero A. lo cual alegró al
paciente, pues el juramento decía que él tenía que devolverlo. Por fin se topó
con el teniente buscado, pero este rechazó el dinero diciendo que no era él,
sino el teniente primero B. quien tenía a su cargo el correo.
Ernest quedó muy afectado pues no
podría mantener su juramento. Se inventó entonces una extraña solución, iría
con ambos tenientes a la estafeta postal, allí A. daría a la encargada de la
oficina las 3.8 coronas, la señorita daría a B. el dinero, y este, de acuerdo
con su juramento, devolvería a A. las 3.8 coronas.
El paciente estaba agobiado por
no poder cumplir su juramento tras terminar las maniobras militares. Todavía en
el ferrocarril de vuelta a Viena pensó y dudó en varias estaciones si debía
cambiar de rumbo e ir a donde el teniente primero A. se encontraba para
devolverle el importe, hacía cuentas mentales sobre las rutas, horarios y
direcciones del ferrocarril, y buscaba señales divinas que le indicaran qué
debía hacer.
Finalmente buscó a un amigo que
siempre lo tranquilizaba para exponerle su situación y buscar consejo, este
hizo lo esperado, pasaron la noche en casa del amigo con la promesa que al día
siguiente irían ambos al correo para devolver las 3.8 coronas a la chica de la
oficina. Que el paciente accediera a ello dejaba claro que sabía desde un
inicio que no eran ni el teniente primero A., ni B. los acreedores del dinero,
sino la empleada del correo.
En tratamiento el paciente
recordó que antes de la charla con el capitán cruel había conocido a otro
capitán, quien al escuchar el apellido del paciente, se presentó y le comentó
que estando en la estafeta postal, la señorita encargada de la oficina le había
preguntado si conocía al teniente L. (el paciente), el capitán contestó que no,
pero la señorita dijo que confiaría en el teniente y ella misma pagaría por lo
mientras el importe.
A pesar de que él mismo había
sabido quién debía recibir las 3.8 coronas, había armado un juramento en el que debía pagar al teniente primero A.
Las dudas lo volvieron a asaltar tras dejar a su amigo y haber devuelto el
importe a la señorita del correo y tomó entonces la decisión de consultar un
médico, con la intención de que este le podría extender un certificado según el
cual, para reestablecerse, el teniente primero A. debería aceptarle las 3.8
coronas.
Historia Familiar.
Madre. Fue criada como parienta lejana dentro de una familia
adinerada que tenía una gran empresa industrial. Ernest refiere que la relación
entre sus padres era bastante buena; sabe por haber escuchado bromas entre sus
padres, que su papá, antes de conocer a su mamá había cortejado a una muchacha
linda y pobre, de familia modesta. Luego, tras la muerte del padre, la madre de
Ernest le comunicó un día que había hablado con su familia respecto al futuro
de este, uno de sus primos ricos había expresado su disposición a entregarla
una de sus hijas como esposa cuando él terminara sus estudios, así tal
vinculación con los negocios familiares le abrirían un brillante futuro
profesional.
Padre. Al casarse con su esposa entró a trabajar a la empresa
familiar de ella, accediendo a una posición socioeconómica bastante buena. Fue
un hombre de excelentes dotes, antes de casarse con la madre del paciente fe
suboficial en el ejército, esto dejó en él francas maneras de soldado y una
predilección por las expresiones rudas. A pesar de ello lo singularizaba un
cordial sentido del humor y una bondadosa indulgencia hacia sus prójimos, estas
características complementaban su carácter. Pretendió, de acuerdo con el
paciente, usar una benévola franqueza para señalar los yerros y faltas de sus
hijos, más que ser una figura de autoridad inatacable; describe su relación
como los mejores amigos.
Hermana 1. Es la mayor, actualmente está casada.
Hermana 2. Era 4 o 5 años mayor que el paciente. Murió de una
enfermedad cuando Ernest tenía aproximadamente 4 años de edad.
Hermana 3 y 4. No se dispone de información sobre ellas.
Hermano 1. Es un año y medio menor que el paciente. En cuanto a su relación con él, refiere
estar en excelentes términos actualmente salvo por la intención de este último
en casarse, cosa que a Ernest le parece un disparate. Reconoce haber tenido la
idea de viajar hasta donde el hermano vive y matar a la mujer en cuestión para
que no pueda haber matrimonio. Dice que salvo por celos y peleas infantiles, a
causa de que el hermano era más fuerte, bello, y por lo tanto el preferido, su
relación ha sido muy buena, siendo inseparables.
Hermana 5. Es 3 años menor que el paciente, actualmente está casada.
Historia Personal.
Cuando el paciente era pequeño,
más o menos cuando su hermana enfermó (3 o 4 años), ubica un suceso que la madre le había relatado en ocasiones. Debía
haber hecho algo enojoso, por lo cual el padre le pegó; el paciente fue presa
de una terrible ira e insultaba todavía bajo los golpes del padre, pero como en
aquel entonces no conocía palabras insultantes, recurrió a todos los nombres de
objetos que se le iban ocurriendo y decía “¡Eh tú lámpara, pañuelo, plato!”. El
padre sorprendido, cesó los golpes y expresó “¡este chico será un gran hombre o
un gran criminal!”. Al parecer, la impresión de tal escena tuvo un efecto
duradero, pues el padre no volvió a pegarle jamás, también en el paciente dejó
su huella, pues durante toda su vida tuvo una angustia terrible a los golpes.
A los 4 o 5 años (aunque el
recuerdo completo se tiene a los 6) recuerda una escena en su cuarto con la
señorita Peter, una joven y muy bella gobernanta que tenían en casa. Una velada
ella yacía sobre el sofá ligeramente
vestida mientras leía; el paciente estaba recostado junto a ella y le pidió
permiso para deslizarse bajo su falda. La gobernanta lo permitió, siempre que
Ernest no dijera nada a nadie. Ella tenía poca ropa encima, tocó su vientre y
sus genitales que le parecieron curiosos; desde entonces refiere haberle
quedado una curiosidad ardiente y atormentadora por ver el cuerpo femenino.
Aguardaba con tensión el momento en que ella entrara desnuda al agua de los
baños cuando aún le permitían acompañarla a ella y a sus hermanas al mismo.
A los 6 años había en casa otra
señorita, Lina, también muy joven y bella que tenía abscesos en las nalgas y al
anochecer solía estrujárselos. El paciente acechaba ese momento para saciar su
curiosidad. El paciente solía dormir en la habitación de sus padres.
A esa misma edad padecía de
erecciones, una vez acudió con su padre para quejarse. Por entonces tuvo que
superar unos reparos, pues vislumbraba el nexo con sus representaciones y
curiosidad; tuvo durante algún tiempo la idea enfermiza de que los padres
sabrían sus pensamientos, lo cual se explicaba a sí mismo podría suceder por
haberlos declarado sin oírlos él mismo. Él ubica en ese entonces el comienzo de
su enfermedad. Había personas, muchachas, que le gustaban mucho y por quienes
sentía un urgente deseo de verlas desnudas, pero a raíz de dicho deseo tenía un
sentimiento ominoso, como si por fuerza habría de suceder “algo” (como que su
padre moriría) si él lo pensaba, y debía hacer toda clase de cosas para
impedirlo. El paciente refiere haber tenido mociones sensuales mucho más
intensas durante su infancia que durante la adolescencia.
Hacia los 7 años recuerda haber
escuchado, junto con su hermano 1 ½ años menor, una conversación entre la
señorita Lina, la cocinera y otra muchacha. La señorita Lina decía “con el
pequeño es claro que una lo podría hacer, pero Ernest es demasiado torpe,
seguro no acertaría”. Aunque el paciente no entendió a qué se referían, si se
percató del menosprecio y comenzó a llorar; Lina lo consoló. La describe como
una mujer sin mayor inteligencia y con una gran necesidad sexual, no cree que
ella haya hecho algo incorrecto con él, pero él se tomaba libertades con ella.
Cuando Ernest se metía en la cama de Lina, la destapaba y la tocaba, lo cual
ella consentía quieta.
A los 8 años de edad, relata
haber tenido unas escopetas de juguete. En una ocasión cargó la suya y le dijo
a su hermano que debía mirar dentro del caño pues vería algo ahí, cuando el
hermano se acercó a mirar Ernest disparó la escopeta, el tiró dio en la frente
del hermano sin mayores consecuencias. El paciente recuerda haberse puesto
“fuera de sí” al percatarse que su intención ´había sido causarle un grave
daño, se preguntaba ¿cómo podía haber hecho eso?
A los 12 años de edad amaba a una
niña, hermana de un amigo suyo. Niega haberla querido ver desnuda como a otras
mujeres, era aún muy chico para tener un amor sensual con ella. Sin embargo su
amor no era correspondido como él esperaba; entonces tuvo una idea: ella le
mostraría amor si a él le ocurría una desgracia, le apareció en la cabeza que
podía ser la muerte de su padre, rechazó de inmediato dicha idea.
El padre del paciente muere de
enfisema 9 años antes de iniciar el
tratamiento, es decir cuando Ernest tenía 21 años de edad. Recuerda que una
tarde preguntó a los médicos cuando podría considerarse superado el peligro de
lo que él suponía era una crisis en la enfermedad del padre, el médico contestó
que en un par de días. Confiado, Ernest fue a dormir por una hora, pero su
sorpresa al despertarse fue la noticia de que el padre había fallecido.
Se hizo el reproche por no haber
estado presente en el momento de la muerte de su padre, reforzado al enterarse
por una enfermera que su padre había preguntado si ella era Ernest cuando esta
se acercaba al lecho del enfermo en sus últimos días. El paciente refiere que
el reproche no fue martirizador en un inicio, inclusive le costó trabajo asumir
la muerte del padre, por ejemplo, solía pensar que debía contarle ocurrencias a
su padre, o esperaba encontrarlo al entrar en una habitación.
Fue hasta año y medio después que
el reproche por su omisión le ocasionó martirio al punto de tacharse de
criminal. Ubicó el inicio del sufrimiento a partir de la muerte de una tía
política y la visita de él a la casa mortuoria. Más específicamente a raíz de
un comentario del tío viudo que dijo que a diferencia de otros maridos, él se
había dedicado sólo a su mujer. El paciente sospechó que el tío aludía a su
padre, poniendo en duda la fidelidad de este a la madre del paciente. Esta
interpretación dada por el paciente, fue desmentida posteriormente por su tío.
A partir de entonces construyó
una serie de pensamientos acerca de la perduración en el más allá; la más
inmediata consecuencia de su reproche fue la imposibilidad de trabajar. El
paciente, a pesar de ser un hombre inteligente y culto, se comportaba como si
creyera en la vida eterna, en el más allá donde los castigos podrían seguir
siendo aplicados al padre fallecido. Sólo el consuelo de su amigo lograba
calmar su sentimiento de culpa.
La idea de la muerte de su padre
también le cruzó por la cabeza un año y medio antes de la muerte de su padre.
Para ese entonces él ya estaba enamorado de su dama y la idea que le cruzó,
ante los impedimentos de su amor, fue que si su padre muriera quizá él se
volvería tan rico que podría casarse con ella. Su manera de compensar esta idea
fue deseando entonces que su padre no dejara herencia alguna para que él no
pudiera beneficiarse de tan terrible pérdida.
Una conducta peculiar se daba
cando estudiaba para rendir algún examen, jugaba también con la fantasía de que
su padre aún vivía y podía retornar en cualquier momento. Arreglaba las cosas
para estudiar tarde en las noches, luego entre las 12 y la 1 abría la puerta
que daba hacia el zaguán como si el padre estuviera frente a ella, y luego
regresaba al vestíbulo y en el espejo de este, contemplaba su pene desnudo.
La masturbación del paciente
durante la pubertad fue casi nula, afirma que su potencia es normal y que su
primera relación sexual fue a los 26 años. En realidad su quehacer onanista
emergió en él hacia los 21 años, poco tiempo después de la muerte de su padre.
Quedaba muy avergonzado tras cada satisfacción y pronto cesó de hacerlo; desde
entonces sólo se masturbaba en ciertas ocasiones: cuando vivía o leía momentos
particularmente bellos.
Actualmente mantiene relaciones
sexuales en raras ocasiones y de forma irregular, no acude con prostitutas
porque le producen asco. Su vida sexual ha sido en general pobre, la
masturbación tuvo un papel ínfimo a los 16 o 17 años.