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Mtro. Alejandro Silva Antúnez

Psicólogo y Psicoanalista

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Atención psicológica para adultos, adolescentes y niños.

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martes, 15 de enero de 2013

¿Cómo pasar la Navidad sin los seres queridos?


La Navidad es una fecha importante dentro de nuestra cultura. La tradición más común es organizar una gran cena y pasar la ocasión con nuestra familia, pero ¿qué sucede cuando no podemos pasar la Navidad con nuestra familia? 

El impacto emocional que esto puede tener en nosotros depende de algunas circunstancias alrededor del hecho de no pasar la Navidad en familia, por ejemplo de las tradiciones familiares, de la relación que existe en ese momento con nuestros familiares, y del motivo de nuestra ausencia.

Sobre la relevancia de la celebración, hay familias que festejan y hacen reuniones constantemente a lo largo del año siendo todas igual de importantes, hay otras que “eligen” otras celebraciones como las más importantes del año (cumpleaños de la abuela, fiestas patrias, día de muertos, etc.), y hay algunas para las que la Navidad es la ocasión más especial del año. 

Así que cuando en nuestra familia hay grandes expectativas sobre pasar juntos la navidad, lo más probable es que nosotros mismos tengamos altas expectativas ligadas a esta fecha. Finalmente somos miembros del mismo grupo y compartimos más o menos las mismas tradiciones, y a mayor expectativa, mayor decepción en caso de no poder estar con los nuestros. 

Incluso hay familias en que la presión por reunirse en navidad se vuelve una exigencia (e incluso crítica) por que estemos presentes.

Adicionalmente, la causa de nuestra ausencia en esta celebración tiene un papel importante en nuestros sentimientos, ya sea, por ejemplo, por motivos de trabajo, de pareja o económicos, el principal detalle recae en si es nuestra decisión o nos sentimos obligados a causa de una presión externa a no estar presentes. Si la decisión recae en nosotros, tenemos el alivio de sentir que es una elección libre, pero el conflicto surge si la decisión no es nuestra, sino estamos “obligados” por las circunstancias externas, en este caso nos frustramos aún más.

Quizá el motivo más conflictivo tiene que ver con la negociación en pareja sobre la forma de pasar Navidad. En el mejor de los casos ambas familias se consideran como la propia, así que cenar con unos o con otros es igualmente disfrutable. Otro escenario positivo es cuando hay acuerdos más o menos satisfactorios entre la pareja y pasan una fecha con la familia de uno y otra con la familia del otro (Navidad y Año Nuevo), o cambian cada año el lugar del festejo.

Sin embargo, en los casos en que no hay acuerdos, o peor aún, en los que no hay una buena relación con la familia política, surgen conflictos emocionales importantes. Estos conflictos rebasan la decisión sobre la Navidad y suelen “destapar” problemas más profundos en la relación de pareja que son importantes de atender a tiempo. 

Otro factor que determina nuestro sentir cuando no podemos pasar la Navidad con nuestra familia es la relación y la situación familiar que existe en un momento dado. Si la relación es buena y, por ejemplo, y se une con la ausencia de un ser querido fallecido recientemente, la situación se torna muy dura. Las reuniones familiares suelen tener mayor importancia en circunstancias como estas porque sirven para apoyarse unos a otros y mantener la cohesión como grupo familiar. Por el contrario, si no tenemos una buena relación con la familia, el no pasar la Navidad con ellos puede provocar  incluso un sentimiento de  alivio.

Frecuentemente, el hecho de no pasar la Navidad con la familia se convierte en un reto que puede generar un sentimiento de frustración, pero identificar la forma en que lo manejamos es muy importante porque habla de la manera en que afrontamos otros retos y frustraciones, grandes y pequeños que se presentan en la vida. 

Cada quien responderá a la pregunta ¿qué pasa cuando no podemos pasar la Navidad con nuestra familia? de acuerdo sus circunstancias externas, pero también a su personalidad. Podemos aprovechar la ocasión para reflexionar si tendemos a culpar a los demás por nuestras dificultades, si la frustración saca lo peor de nosotros y reaccionamos de forma agresiva, o si la tristeza ciertamente “normal” de la situación se vuelve una bola de nieve que termina por deprimirnos.

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