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Mtro. Alejandro Silva Antúnez

Psicólogo y Psicoanalista

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martes, 30 de octubre de 2012

Estadio del Espejo y Complejo de Edipo según Jaques Lacan



Jaques Lacan. Psicoanalista francés.
Uno de los planteamientos fundamentales de esta teoría es el papel del falo como significante de la falta y por lo tanto como motor del deseo. Para comprender este punto de vista es relevante explicar el papel que el complejo de Edipo tiene desde esta perspectiva estructural, pues el paso por dicho complejo, es lo que determina la estructura del Sujeto, siendo la histeria, uno de los cuatro posibles desenlaces.

De acuerdo con la lógica de esta teoría, el complejo de Edipo inicia en el umbral del estadio del espejo, momento particular en el desarrollo psíquico del niño en relación a su identificación y, al mismo tiempo, alienación con su madre. En esta experiencia de identificación, el niño conquista la imagen de su propio cuerpo, dando lugar a la estructuración de su Yo (Je). Previo a este logro, el niño vive bajo una fantasía de cuerpo fragmentado donde no hay una experiencia de totalidad unificada, sino de algo disperso. 

El estadio del espejo se organiza en distintos tiempos. Inicialmente existe una confusión entre uno mismo y el otro, se evidencia el vínculo del niño con lo que Lacan llama el registro imaginario, el niño que golpea, dice que lo han golpeado, se vive y se localiza en el otro. El segundo momento se da cuando el niño es capaz de descubrir que el otro del espejo no es un ser real, sino una imagen, es decir sabe distinguir la imagen del otro de la realidad del otro. En el tercer momento el niño se re-conoce a través de esa imagen, es decir que reúne en una totalidad unificada la representación del cuerpo propio, su Yo (Moi).

A estas alturas del desarrollo, la conquista de identidad se da a nivel del registro imaginario, lo que se refiere a que la formación de su Yo (Je) se da a partir de la observación de su imagen en el otro especular Yo (Moi), es esto lo que paradójicamente favorece su propia alienación y desconocimiento, pues se ve en otro.

El Edipo tiene igualmente tres tiempos, cada uno es definido por la posición que el niño adopta respecto al falo, significante que se corresponde con el concepto de la falta. Esta noción va más allá de la realidad anatómica de la diferencia de los sexos, es decir que aunque se ancla en la percepción visual (imaginaria) de esta ausencia, precede a ella. El niño persiste en concebir como faltante algo que él imagina que debería estar ahí, mas no se trata de una falta genital, sino del falo como objeto en sí mismo inexistente, como falta constitucional. 

Como queda claro, la diferencia anatómica de los sexos es un problema a nivel de la identificación en el registro imaginario, pero es el papel del falo lo que desencadena el complejo de Edipo. Inicialmente el niño se coloca como siendo el falo de la madre, se vive como el objeto del deseo de la madre, colmando todo deseo posible de ella quien en consecuencia no tiene falta. Su deseo es ser el deseo de la madre.

Un segundo momento se da cuando “ser el falo” no es sostenible gracias a la función paterna. Más que la presencia de un padre de carne y hueso, la función paterna instaura la Ley del no incesto, priva al niño de la madre, y castra a la madre del niño-falo. La Ley paterna implica que la madre desea más allá de su hijo, lo que el bebé entiende con ello es que ni él ni su madre son el falo y que ambos se encuentran sujetados a otro orden. Este es el orden del registro simbólico, donde existe un tercero que rompe con la díada. Esto es el complejo de castración según Lacan.

Finalmente, la declinación del Edipo se da por la simbolización de la Ley. En este tercer tiempo, el padre no sólo es quien castra al niño y a la madre, sino quien tiene el falo, es poseedor del objeto deseado por la madre. La función estructurante que este tiempo del Edipo tiene para el niño consiste en la localización exacta del deseo de la madre, ya que tanto ella como él, están desprovistos del falo; el padre deja de ser quien priva, y al ser el supuesto depositario del falo, lo restablece en el lugar del deseo de la madre. El niño, como su madre, desprovistos de falo, pueden desearlo allí donde se encuentra. El falo deja de ser algo que se es, se simboliza como algo que un tercero tiene y se desea tener, la simbolización de la Ley implica la represión originaria (no incesto) y la subsecuente sustitución/simbolización de objetos.



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