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Mtro. Alejandro Silva Antúnez

Psicólogo y Psicoanalista

(Cédula 08720770)

Atención psicológica para adultos, adolescentes y niños.

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domingo, 8 de marzo de 2015

Dolor emocional: ¿Por qué nos duele el rechazo?

¿Qué es el dolor emocional?

El dolor emocional se refiere al displacer que experimentamos internamente ante eventos que lastiman nuestra propia imagen, nuestra autoestima o que nos provocan sentimientos desagradables como el desamor, la decepción, el rechazo o similares.

El dolor físico que nos provoca un golpe o una enfermedad orgánica puede ser fácilmente ubicado en alguna parte de nuestro cuerpo, por ejemplo la piel o el intestino. Por otro lado, el dolor emocional carece de una ubicación específica en nuestro cuerpo, esta característica de ninguna manera lo hace menos real o intenso, de hecho nuestro sistema nervioso (específicamente la corteza cingular anterior de nuestro cerebro), registra el dolor de las emociones del mismo modo que lo haría con el dolor físico.

Metafóricamente se localiza al dolor emocional en un corazón roto, o en la forma de un nudo que se enrosca en la garganta. Incluso se le confunde con otras sensaciones físicas cuando no sabemos identificar nuestras emociones.

Que el dolor emocional carezca de una ubicación precisa y concreta en nuestro organismo se debe a que surge a través de la interacción que tenemos con nuestro entorno, de la convivencia con otras personas, seres y objetos en los que vertimos nuestros afectos, de expectativas, deseos y temores que construimos para invertir nuestras emociones.

El mundo exterior, la sociedad, la cultura, etc., se convierten en los proveedores y acreedores de nuestras emociones, y es cuando el flujo libre de estas se ve interrumpido por algún motivo que sentimos dolor emocional.

Hay algunos tipos experiencias que generan un dolor emocional, sin duda el rechazo es una de estas y genera en nosotros infinidad de emociones y sensaciones desagradables. Existen muchas razones por las que el rechazo no suele.

En el contexto del que estamos hablando, el rechazo se refiere a la no aceptación de un rasgo particular o a la entidad completa de nuestra identidad. La identidad es el resultado que unifica el inmenso conjunto de factores que nos hacen ser quienes somos hoy en día, a través de nuestro desarrollo vamos adquiriendo la capacidad de querer a otros y a nosotros mismos gracias a la interacción que tenemos con ellos.

En la medida en la que somos queridos, por ejemplo por nuestros padres, adquirimos la capacidad de querernos a nosotros mismos, es decir de tener cariño y cuidado por lo que somos. Esta capacidad ayuda y garantiza que podamos continuar nuestro desarrollo y que nos sintamos competentes, capaces de amar a otros y merecedores del amor de otros.

Cuando somos rechazados sentimos en riesgo nuestra confianza y nuestra aptitud de ser merecedores de amor. El rechazo corta el intercambio, previamente armonioso, de afecto entre el exterior y nosotros mismos, más aún, cuando la vivencia de rechazo es grave corta inclusive el afecto que podemos sentir por nosotros mismos y nuestra identidad, llegando a casos en los que buscamos ser otra persona o cambiar, no por convicción, sino con el objetivo de recuperar el equilibrio de cariño previamente perdido.

Uno podría preguntarse de parte de quién duele más el rechazo, una pregunta difícil de contestar por lo únicas que resultan ser las experiencias y las historias de cada uno de nosotros, sin embargo podemos tratar de dar una respuesta general y tomando en cuenta algunos contextos, por ejemplo, en términos de desarrollo el rechazo más doloroso que podemos experimentar es el de nuestros padres o cuidadores.

Una madre cuida y ama a su hijo simplemente porque es su hijo, sólo en el plano emocional dicho intercambio es parejo, pues la mamá disfruta tanto como su bebé la interacción que tienen, aunque claramente sólo el primero depende de la madre para su supervivencia.

Con nuestros cuidadores desarrollamos o no la convicción de ser aceptados y amados incondicionalmente por el sólo hecho de ser nosotros mismos, es la carga inicial de aceptación con la que partimos rumbo al resto de nuestro desarrollo. Más adelante se espera que tengamos ciertas conductas, actitudes u otras cosas para ser aceptados y queridos, por ejemplo ser amables, tener buenas notas, ser inteligentes o chistosos, etc.

rechazo social

A todos los intercambios futuros que tenemos en nuestras interacciones afectivas con otros, subyacen las pautas de relación adquiridas con nuestros padres, incluso en cuanto a la aceptación y cariño que tenemos de nosotros mismos, aprendemos a amarnos como sentimos haber sido amados por otros.

En términos de cercanía afectiva, los rechazos duelen más cuando provienen de las personas que más queremos. La razón de ello es que con quienes somos más cercanos compartimos más de nosotros mismos, sentimos que tienen un entendimiento más profundo de quienes somos y esto se debe a que confiamos más en ellos. Además el intercambio emocional es mayor, yo quiero más a esta persona que al resto y esta persona me quiere más a mí que a los demás, en esa medida es garantía de mí potencial para ser amado y para brindar cariño.

Si sufro un rechazo de alguien muy cercano, es más probable que sienta que rechaza más aspectos de mí puesto que los conoce, o que los aspectos buenos míos no sean suficientes para compensar los que no lo son y causan el rechazo. Dicha persona, por su cercanía, tiene el potencial de cambiar la percepción que tenemos de nosotros.

Sin duda el rechazo genera una de las experiencias más dolorosas en términos emocionales, el rechazo de alguien más hacia nosotros resulta doloroso por sí mismo, máxime cuando esta persona es significativa para nosotros, sin embargo lo más grave es cuando el rechazo proviene de nosotros mismos, como si hubiésemos hecho nuestras las opiniones negativas que otros tienen sobre uno mismo, o no hubiéramos podido cargar suficiente batería para aceptarnos. En estos casos, el dolor emocional que genera el rechazo se experimenta de manera continuada.

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